Un camino (Día 1b) 27 de abril

Al caminar en la lluvia, por fin llego a un pueblo llamada Chapela donde hay tiendas abiertas. Paso por delante de una cafetería pero no paro. Busco algo, cualquier cosa, para mantenerme seco bajo la lluvia. Le pregunto a una cajero de una tienda pequeña si venden paraguas, pero no. Me señala a un supermercado solo a una cuadra de distancia. De pie mojado, le pregunto a la gente allí si venden paraguas, pero ellos tampoco. Me señalan a una tienda cerrada que abrirá a las diez, en solo un cuarto de hora.

Espero a que la tienda abra. No quiero ir a un restaurante ni bar ni cafetería. Solo quiero un paraguas o un impermeable. Pero la tienda nunca abre.

Cuando salgo del pueblo, una mujer mayor me mira y se ríe. No le entiendo completamente, pero entiendo que ella me está preguntando por qué yo camino ahora, cuando no habrá lluvia en la tarde. A ella le debo haber parecido más saco de tristeza que mochilero de habilidad.

En ese momento me faltan las palabras. Es mi primer día en el Camino de Santiago y no quiero rendirme tan fácilmente. Además, no soy un caracol, no tengo mi casa en la espalda, y no tengo ni reserva para esta noche ni para ninguna noche hasta el jueves. Mi plan fue “tomar la vida como viene” y ahora ha venido la lluvia.

Sigo caminando, sigo lloviendo. Veo unas cajas para pan afuera de algunas casas. Cruzo una rotonda de una carretera cerca de un gran puente colgante y camino por el césped. Afortunadamente no hay mucho tránsito. No tengo ni idea si todavía estoy en el Camino. Solo puedo esperar que sí, porque a menudo no ha habido letreros.

De repente veo un cafetería. Decido que necesito un descanso y una comida. Al entrar el lugar, estoy avergonzado de que estoy goteando agua. Pido un tostado con tomate y un descafeinado con leche. Trato de descongelarme los dedos alrededor de la taza.P4271251

Poco después, la camarera me dice que alguien en el bar ha pagado mi cuenta y no debo nada. Ella dice que no puede decirme quién, es un regalo.

Me anima mucho por este pan y esta bebida caliente. Lentamente mis dificultades desaparecen. Veo a otros peregrinos caminando afuera, y sé que ahora estoy en el Camino correcto. También veo el cielo está despejando y el sol aperece; la mujer tenía razón. Y este regalo de comida — en fin, al fin, he comenzado en el Camino verdadero.

Mis pasos se sienten más fáciles. Con el tiempo, veo a un coreano y su colega. Él fue mi vecino que roncó tan fuerte anoche, pero no digo nada de esto. Nos reconocemos y hablamos de nuestras vidas, y ellos me ayudan a encontrar el albergue público. Espero en un gran cola, compartiendo mi merienda con un neerlandés mientras secando mi cuerpo. Soy casi el último peregrino de hoy que puede alojarse en este albergue, que es un torre redondo en la ciudad de Redondela. 

A través de la rotonda del albergue, encuentro un bar. Le pido perdón al pulpo, un pariente de los caracoles. Son inteligentes también. Pero Galicia es famoso para el pulpo. Solo lleva sal, pimentón, y aceite de oliva. ¡Qué plato tan rico!

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Al final del día, voy de compras en un supermercado. Resulta que debería haber comprado más, pero esta historia es para otro día.

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