(Desde ahora, escribiré sobre mi Camino en el presente.)
Después de comprar el boleto ayer, tomo el metro desde Bolhão al Terminal de autobuses de Campanhã. Al principio del viaje en autobús, me doy cuenta de que no tengo la correa de mi muñeca derecha, en la que tengo una brújula y una linterna. Pienso que me han robado y recuerdo que hubo mucha gente en la estación de metro. A lo mejor una persona detrás de mí en el autobús ¿me ha robado? Ay, qué desastre. Unos minutos después, veo mi correa entre la ventana y la silla. El mundo es bueno, todo solo estaba en mi mente.
(Este es un asunto importante para recordar en el Camino además de en la vida.)
El autobús hace una parada corta en un pueblo llamada Valença do Minho (en portugués). No me doy cuenta de que el Río Miño defina la frontera entre Portugal y España. Además, no recuerdo que la zona horaria cambia durante este viaje, porque la ruta desde Porto y Vigo es una línea directa al norte.
(Gracias a Hitler y Franco, España comparte la misma zona horaria con Alemania.)
Me bajo del autobús en Vigo, delante de un centro comercial. Dos mujeres estadounidense hablan solo inglés y dicen que su Camino es por medio de un tour “bougie”. Dos mujeres europeas me preguntan de dónde conseguiré mi credencial para el Camino. Contesto que mi plan es visitar la catedral y, usando mi brújula, señalo en la dirección general.
(Esta resulta ser una pregunta importante.)
Pero en este momento, estoy emocionante porque hay un Decathlon ahí. En mi hostal al otro lado del río de Porto, otra peregrina había mencionado esta cadena de tiendas, describiendo como REI pero más barato. Voy a la tienda y miro los precios, especialmente para un impermeable. Decido que mi chaqueta es suficiente.
(Esta pronto resulta ser decision equivocada.)
Después de visitar un aseo, camino hasta al centro de Vigo, hacia la catedral. No obstante, la catedral está cerrada. Una vendedora me señala hacia una oficina de turismo. Camino allá pero un dueño de restaurante me dice que esta oficina ya no existe. Camino alrededor el centro y me reúno dos veces las dos mujeres europeas que también buscan un lugar de que conseguir credenciales. Camino lejos del centro y encuentro el albergue público, pero no se puede alojarse aquí sin una credencial. En este momento estoy cansado y tiene hambre, no quiero buscar más.
(Me encuentro en una situación sin salida, un “Catch-22”.)
Afortunadamente, el hostelero se apiada de mí. Él me permite alojarme si después le muestro mi credencial. Ahora que tengo un lugar donde alojarme, busco un lugar para comer. Almuerzo muy tarde con un hombre que acababa de terminar su último Camino. Después, asistimos a la Misa en la catedral. Después de la Misa, por fin, consigo mi Credencial del Peregrino.
Compro una paquete de galletas “Filipinas” de una tienda y una pequeña hogaza de una panadería. En el albergue, ceno con provisiones simples de Madrid. Al ir a dormir, la habitación está completamente oscura. Me parece una tumba. Todos los otros peregrinos ya están durmiendo. El más cercano está roncando muy fuerte. Cierro los ojos, diciéndome a mí mismo (en inglés): “Todos vamos a morir. Todos vamos a morir. Ya estamos muertos. Ya estamos muertos.”
(Así termina el día antes de mi Camino.)