Un camino (Día 2) 28 de abril

Salgo del albergue en Redondela antes de la madrugada. Cada día tengo un destino en mente porque no hay muchos albergues públicos en mi ruta. Mi meta de hoy es llegar a Pontevedra.

Al caminar cuesta arriba, conozco a un gato. Frecuentemente en Europa conozco a los gatos. Toda la ciudad todavía está durmiendo excepto este gato y unos pocos peregrinos. Noto una estructura vieja, pequeña y de piedra, sobre pilares, con una cruz en el echo. No entiendo para qué existe.

La ruta es fácil para seguir, mucho más que de ayer. He leído que hoy es el último día al lado de la costa, así que quiero aprovechar para pasar un rato cerca de ella. Por eso tomo un desvío hacia el agua, como un libro recomienda. Visito un cementerio con una vista maravillosa. Las tumbas me recuerdan a la tumba de mi abuelo que vi en las filipinas de niño y a un cementerio que visité en New Orleans. Hay mucha lluvia en estos tres lugares. 

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Después, pierdo el Camino. Camino sí por granjas lindas y las vistas son bellas, pero al fin debo admitirme que estoy un poco perdido. No mucho, porque mis pasos son en la dirección correcta… pero mi ruta termina en un estación de tren que parece abandonado. Decido caminar arriba lejos del agua, y después sigo una carretera. 

Con el tiempo veo un cruce peatonal designado para los peregrinos. Vuelvo a unirme al Camino y veo muchos peregrinos. Hoy mi experiencia parece más como el Camino de mi imaginación antes de hacer el viaje real. Camino por campos, carreteras, calles, granjas, aldeas, y bosques, subiendo y bajando colinas, tranquilo pero con gente. Creo que hay más gente porque anoche dos corrientes de peregrinos, de la Ruta de la Costa y de la Ruta Central, se juntaron en Rendondela.

Durante estos días de mi camino, encuentro a desconocidos y hablo un poco con ellos. Después, el siguiente día o más después, encuentro a ellos otra vez. Por ejemplo, un poco antes de cruzar este puente, conozco a una mujer que creció en Pittsburgh y vive ahora en Chicago.

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Por supuesto no todas las vistas de hoy son hermosas, pero tomo muchas fotos. El día es pintoresco, el clima es perfecto para caminar.

A pesar de esto, me preocupo un poco cerca de Pontevedra. Con todos estos peregrinos, ¿habrá suficiente espacio en el único albergue público de la ciudad? Ayer fui casi el último peregrino permitido alojarse. En mi prisa, echo de menos el Albergue Virxe Peregrina (su nombre en gallego) y tengo que volver. Al acercarme, veo a un hombre y me dice que no hay espacio. Mis hombros se desploman pero es un chiste maldito.

Estamos en el extremo sur de la ciudad, cerca de la estación de tren. Busco un lugar para comida y estoy emocionado de ver un supermercado Aldi. Sin embargo, es domingo, así que es cerrado. Hay un lugar de comida rápida turca, pero todas las fotos en el pared tienen carne. Hay una churrascaría pero creo que servir solo carne. Una tienda llamada “Autoservicio Xing Long” tiene tentempiés poco saludables. Me interesa un restaurante chino pero está cerrado entre las cuatro y las ocho de la tarde. ¡Qué español!

Vuelvo al albergue hasta las ocho. En el comedor, una pareja uruguaya me invita a jugar un juego de mesa. Es disponible de la tienda del albergue por solo un euro. Me dice que es el “Juego de la oca” con la tema del Camino de Santiago. Es un juego tradicional y él está emocionado de llevárselo a su hijo. Les digo que mi clase de español miró la película “La sociedad de nieve, y me dicen es una historia tan famosa en su país. Me dicen que mi acento es de España porque pronuncio “once” con ceceo. Les cuento la historia de Heródoto de cuando una ciudad en una fortaleza jugó durante una batalla porque les faltaba comida. Al final, comparte mate conmigo, enseñándome las tradiciones y costumbres. También me regalo una moneda uruguaya.

Ceno al restaurante chino Fu Li. Espero que “huevos revueltos con gambas” serán como “Egg Foo Young” pero es simplemente huevos revueltos. Con gambas. Por otro lado, el arroz frito con setas es tan delicioso. Vuelvo a la tienda china para comprar un impermeable (por fin).

En retrospectiva, apenas puedo creer que hayan sucedido tantas cosas y más, en un solo día.

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