Volver a casa en Pittsburgh después de un vuelo nocturno es como un sueño en un película de Disney. Esta mañana un poco antes del amanecer caminaba del último parada del autobús hacia el antiguo hogar. El cielo se estaba volviendo rosado. El aire se llenó con el canto de los pájaros. Un par de conejitos corretearon enfrente de mi, entonces otro. Un pajarito, el más pequeño que he visto afuera de un nido, saltó un poco a mi lado.
La temperatura era perfecta para caminar. El olor de la primavera, de la vida, estaba por todas partes. Mi piel se relajó por la humedad. Mis pies pisan la acera y el barro, llevándome hacia adelante.
Y ahí está. El césped es demasiado largo, pero por lo demás todo se ve muy bien. Y todo es muy bien. He vivido en muchos lugares y ahora estoy viviendo en otro lugar. Toda mi vida adulta, no ha habido ningún lugar al que definitivamente llamaría mi hogar, me he movido tanto. Pero esta es la casa donde viví más tiempo. Si no es el hogar, sigue siendo el más familiar y cómodo.