Un camino (Día 4b) 30 de abril

Paso la mayoría del día con los jóvenes de Málaga. Es mi primera experiencia en este viaje caminando mucho tiempo con otros. Tal vez estén siendo conscientes de mí, pero su ritmo de caminata es perfecto. El tiempo pasa bien feliz.

Durante mi camino, con los trabajadores en los restaurantes, en los albergues, y en las tiendas, español sí es la lengua más común. Además, los letreros aquí en Galicia a veces son en gallego. Pero entre los peregrinos, inglés es la “lingua franca”. Oigo alemán, portugués, francés, y otros, pero inglés es el idioma que oigo con más frecuencia adentro los grupos de peregrinos y entre ellos. En un momento mis compañeros expresan su sorpresa al descubrir que pocos de los peregrinos son españoles como ellos.

En medio de nuestro viaje juntos, hay un restaurante arriba nosotros. Un tipo llama y saluda a mis compañeros. Sonríen y empiezan a conversar. Noto que la conversación es un poco más rápido con este hombre que conmigo. Por eso, entiendo solo una parte de lo que están hablando. Nos presentan. Se llama Antonio, pero a mí Antonio me llama Pepe. ¿Me está haciendo una chiste? Le explico que mi padre se llama José pero me llamo William. A Antonio no le importa. Para él soy Pepe. (De hecho, mi padre tiene el apodo de “Peping, con el acento en el segunda sílaba, en vez de “Pepe”, porque en las Filipinas el sonido de “ng” es común.)

Mis compañeros tienen un amigo en Padrón y van a quedarse con él dos noches. Por mi parte, voy a tomar un desvío para un convento francisco. (De hecho, todavía no sé la diferencia entre “convento” y “monasterio” en español. En inglés para mí, un “monastery” es solo para hombres llamada monjes, y un “convento” es solo para mujeres llamada monjas.) Nos despedimos en un letrero apuntando hacia el convento al este.

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Como el primer día de este camino, la lluvia paró y el cielo despejó después de la mañana. Ahora está soleado y hace bien calor. Mi gran botella de agua está vacía. No hay nadie más a lo largo de esta ruta tan hermosa. Me preocupa que el convento esté lleno o que pierda mi camino. Cerca de un puente, le pregunto a un desconocido dónde está el monasterio. Está cerca.

Por fin. El aire en el convento es fresco. Me registro en el escritorio con una caja para donaciones. Descanso mis pies cansados mientras mirando una baraja de cartas españolas.

Durante el tour del convento, me ofrezco como traductor porque el guía solo habla español. Pero fallo al trabajo. Afortunadamente hay otro peregrino que hace las traducciones. Aprendemos la historia del lugar, incluyendo sobre los franciscos. Crecía católico, pero me falta mucha información sobre las distinciones entre los ordenes religiosos en la organización. En toda mi vida y en mi detrimento, no me interesaba la política interna. Pero me interesa San Francisco de Asís. De hecho, mi nombre de confirmación es Francis. Me interesa cuando el guía dice que los franciscanos son un orden con un poca más libertad que los otros, pero aun así, el propio santo no podría unirse hoy en día. 

Aprendemos mucho de la historia del lugar. Los franciscos llevaron pimientos de América, y ahora los pimientos de Padrón son famosos. Nuestras cuartos fueron para estudiantes cuando el edificio servía como escuela. Vimos una habitación en la forma de un cabina de un barco, porque los franciscanos navegaban por todo el mundo para llevar la palabra de Dios.

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Ya no soy católico pero hay algo conmovedor en esta tarde. Durante la misa recibo el sacramento de la comunión por la primera vez en muchos años. Después, nosotros peregrinos hablamos un rato con el sacerdote y recibimos una bendición. Él explica por qué nos insistió a tomar la comunión de su mano en lugar de recibirla. Es su costumbre para demostrar que nuestras propias opciones y nuestras propias acciones son esenciales.

En el monasterio encuentro a Antonio de nuevo. Nos sentamos juntos durante la cena pero habla un poco rápido conmigo. Si entiendo a mis amigos anteriormente y a Antonio ahora, era un cartero. Pronto después su jubilación, su esposa falleció. Desde entonces ha caminado el Camino cuarenta veces, dos veces al año, para ayudar a otros peregrinos.

La vida de los franciscos parece sencilla. Solo se tiene que renunciar a todo lo material.

Es un buen día. Pepe, peregrinos, y pimientos de Padrón. Conversación franca, aire fresca, y franciscanos.

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