Para mi, la natación es una meditación. En la piscina, presto atención en mi respiración, el movimiento de mis extremidades, el ritmo de mi cuerpo en el flujo del agua, quedarme en el carril, evitar golpear mi cabeza en el final. Eso es completamente todo. Cuando estoy en el agua, el agua es el mundo entero.
Para otras personas, nadar es principalmente como una carrera, o un tipo de ejercicio. A veces es una carrera para mi también: por ejemplo, esta mañana tuve que nadar rápido para estar en la próxima clase de español a tiempo. Además, es verdad que es un tipo de ejercicio. No obstante, mis estilos principales son el estilo pecho, y después el estilo dorso, en una manera igual que el estilo pecho al revés. Estos son estilos lentos pero eficientes.
Voy al agua para aguante, no velocidad. Confío en la flotabilidad del agua, la fluidez del agua sobre mi cuerpo, el aire con cada respiro.
Cuando era muy joven, tenía miedo del agua profunda. Después de clases de natación, ya no tenía miedo. De hecho, cuando era adolescente, nadaba por muchas horas, y como adulto, aprendí a bucear.
Me encanta la tranquilidad del agua, la paz de estar en el agua. Desde el 25 de enero, he nadado diez veces — cada día excepto cuando el centro comunitario estaba cerrado, o mi piel necesitaba un descanso. Y ahora extraño el agua cuando no voy a la piscina. Lo extraño en mis brazos y en mis manos y en esas respiraciones lentas y profundas.
Para mi, nadar es meditar.
¡Un artículo muy bueno, señor William!