Cuando era estudiante en la universidad, mi tiempo favorito era el almuerzo. Para ser más precisos: el tiempo después del almuerzo. Mis amigos y yo solíamos conversar por horas, sobre temas académicos y tontos.
Este verano estoy trabajando en la Universidad de Chicago. Es un poco así, aunque la acústica en la sala no es tan buena. Además, las mesas son largas y no redondas. Y el almuerzo es corto por nuestros horarios de enseñar. Sin embargo, a veces es un poco como esos días de los almuerzos en Risley.
Recientemente aprendí la palabra sobremesa. Es una buena costumbre, demasiado rara en mi vida.