Me despierto por el sonido de un mosquito. Voy abajo a comedor para organizar mis pertenencias y preparar para el día. Al sentarme aquí anoche hice unos planes, mientras un hombre conversaba con su familia. Ayer traté de ayudarle en la absencia de la gerente del albergue, pero estaba avergonzado porque no entendía su español. Después en la tarde, me di cuenta de que él estaba hablando portugués. Reviso el pronóstico y escribo apuntes en una hoja de papel.
Esta mañana hablo en inglés con la mujer que rechazó el regalo ayer. Ahora está parándose, y puedo ver que ella está sola y es de complexión delgada, además de mayor edad. No me preocupo por ella. Creo que ha hecho mucho en su vida, incluyendo tomando muchos pasos. Sí me preocupo por la lluvia. Afortunadamente tengo el impermeable que compré en Pontevedra. A las ocho me lo pongo en la mochila. Empiezo a caminar.
Hay lluvia pero no importa mucho con mi poncho. Llevo mi botella de agua en los dedos, mi cámara en una correa, y mi hoja de papel con apuntes en una mano. Ya he escrito sobre este día, después de perder mis notas con opciones de dónde puedo alojarme esta noche.
Pero espera, espera. Necesito romper la cuarta pared y volver al presente, al siete de julio, al hoy. En medio de la escritura de esta entrada de blog, después de escribir la palabra “poncho” en el último párrafo, chequeé mi correo electrónico. ¡Recibí un mensaje de Miguel!, uno de mis compañeros con quiénes caminaba durante horas en el último día de abril. No había recibido nada mensaje de nadie del Camino hasta este momento exacto.
¡Qué increíble! Por lo general no creo en milagros pero ¿qué es esto? Es un eco del Camino de Santiago, reverberando a través del tiempo.